Seleccionar página

Cuando se es joven la primera y sencilla opción para independizarse es ir de alquiler. Compartir un piso con otra gente, la pareja o amigos.

Es buena opción mientras éramos estudiantes o habíamos recién terminado los estudios, y teníamos nuestros primeros trabajos. Una situación laboral mínima, con sueldos muy justitos, pero que hemos visto que esa precariedad se ha ido alargando hasta hoy, y seguimos en la inestabilidad sin ver una solución clara.

La preocupación llega cuando nos hacemos un poco más mayores y queremos ir un pasito más allá, buscando emanciparnos en condiciones dignas, sin vernos abocados a compartir piso, sobretodo en grandes ciudades, o sin estar encadenados por muchísimos años a los bancos.

Además, vemos que el alquiler es una inversión cuyo retorno es un techo temporal. Es una vivienda que no se adapta a nosotros y que no nos sentimos a gusto. Queremos depender menos del mundo externo con subidas de precios, de decisiones tomadas en las reuniones de comunidad de vecinos…

Aquí paramos. Reflexionamos. Nos preguntamos:

¿Vivo dónde quiero vivir? ¿Esta es la vida que quiero?

Nos damos cuenta que nuestra comodidad también reside en que el hogar sea reflejo de cómo vivimos y lo que necesitamos. Integrarse a como realmente creemos y sentimos.

Son muchas las razones que nos han llevado en más de una ocasión a plantearnos lo de buscar más tranquilidad, bienestar y autonomía a través de nuestro propio hogar. Claro que también muchas personas al final nunca lo hacen por falta de opciones asequibles, tiempo y vértigo de salir de la zona de confort.

Actualmente hay más opciones y estrategias para lograr el estilo de vida deseado. Tal vez sea el momento repensarlo y ponerlo en prioridad, por nuestro propio bien, el de las futuras generaciones y el del planeta. Me refiero a hacer de tu hogar la plataforma que te posibilite avanzar y mejorar tu calidad de vida y la de los tuyos.